HOMENAJE A ALFREDO ZITARROSA

NUMERO 2834 MONTEVIDEO, MIERCOLES 14 DE JULIO DE 1999


REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

DIARIO DE SESIONES
DE LA
CAMARA DE REPRESENTANTES
(Versión taquigráfica)


XLIV LEGISLATURA QUINTO PERIODO ORDINARIO 41a. SESION (EXTRAORDINARIA)


PRESIDE EL SEÑOR REPRESENTANTE
ARIEL LAUSAROT PERALTA
(Presidente)



ACTUAN EN SECRETARIA LOS TITULARES
SEÑOR MARTIN GARCIA NIN Y DOCTOR HORACIO D. CATALURDA

S U M A R I O

1.- Asistencias y ausencias






ORDEN DEL DIA

2.- Homenaje a la memoria de Alfredo Zitarrosa.
- Manifestaciones de varios señores Representantes.
- Se resuelve hacer llegar a la familia de Alfredo Zitarrosa la versión taquigráfica de lo expresado en Sala, así como la grabación del acto cultural que se realizará a la hora 18 en el Salón de Actos, y encomendar a la Comisión de Educación y Cultura la edición de un libro sobre la actividad artística de Alfredo Zitarrosa, en el que se compendiarán sus poesías, canciones, obras literarias y escritos referidos.
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2.- Homenaje a la memoria de Alfredo Zitarrosa.
SEÑOR PRESIDENTE (Lausarot Peralta).- Habiendo número, está abierta la sesión.
(Es la hora 16 y 17)
——La Cámara ha sido convocada a sesión extraordinaria para rendir homenaje a la memoria de Alfredo Zitarrosa.
La Mesa quiere destacar la presencia en el palco de la señora esposa de Alfredo Zitarrosa, Nancy Marino, de sus hijas María Serena y Carla Moriana, de su yerno, Martín Montero, y de Víctor Umpiérrez.
Tiene la palabra el señor Diputado Ibarra.
SEÑOR IBARRA.- Señor Presidente: la fundamentación de este homenaje, a los diez años del fallecimiento de Alfredo Zitarrosa, puede resultar innecesaria. Sin embargo, es como retomar el camino por donde transitan los hechos trascendentes de un pueblo y las personalidades que, desde su lugar en el mundo -ya sea el arte, la ciencia o la política-, defendieron con honestidad, ética y entrega total sus convicciones e ideales.
Alfredo fue una de esas personalidades. Su nombre y su trayectoria son contundentes y categóricos, ya que realizó aportes a la cultura popular de América Latina.
Alfredo fue uno de los ejemplos más claros del artista popular, del hombre que desde el pueblo cantó a su pueblo, sin recurrir jamás a la demagogia ni al oportunismo.
Alfredo seguirá estando entre nosotros con toda la sabiduría, la profundidad y la honestidad del auténtico artista popular. Como él mismo dijo en "diez décimas de autocrítica": "(...) más que flor quiero ser yuyo de mi tierra bien prendido del pueblo, sólo un latido, de su andar, sólo un murmullo".
He podido penetrar en la vida de este autor popular a través de testimonios narrados por amigos y por la lectura de la bibliografía, de autores como Enrique Estrázulas, Raúl Forlán Lamarque, Jorge Migliónico, Eduardo Erro y Guillermo Pellegrino.
Alfredo Zitarrosa nació el 10 de marzo de 1936 en la Maternidad del Hospital Pereira Rossell.
A partir de 1948 siempre firmó tal como fue conocido: Alfredo Zitarrosa. Hasta los diez años fue Alfredo Durán. Zitarrosa fue su padre adoptivo, un hombre de nacionalidad argentina a quien recordó siempre como su padre, el esposo de su madre Blanca Iribarne y padre de su hermana María Cristina.
A muy temprana edad pasó a vivir con el matrimonio Durán Carbajal cuyos integrantes, Carlos y Doraisella, fueron considerados por él como sus verdaderos padres. Decía: "Allá en el fondo de la sensibilidad personal, ellos fueron mis padres, puesto que con ellos aprendí casi todo lo que sé".
Vivió toda su infancia en el barrio Villa Dolores, en Santiago Vázquez y en Paso de la Arena. Pasaba las vacaciones de verano en la ciudad de Trinidad, en el departamento de Flores.
Desde muy pequeño, hasta los doce años, permanecía tres meses en el campo; allí aprendió a montar a caballo, a ordeñar y a cazar. Su pasión por la biología le ocupó toda la vida. Concurrió al Liceo Larrañaga, y en el horario nocturno al Liceo Zorrilla.
A pesar de estos intentos por el estudio, la música ya estaba en su vida. Ella no le era ajena; después de todo, era uno de los intereses familiares. Beethoven cultivó a Zitarrosa desde niño, siendo su músico más admirado; en una milonga que le ofrendó expresa ese íntimo respeto. Lo conoció en 4° año de escuela, con la maestra Esmeralda Iralde.
A los nueve años era dueño de una voz privilegiada; un año después, su madre le regaló una guitarra. Tímido, retraído, cavilador, Alfredo tenía una voz y una personalidad carismáticas. A los trece años obtuvo su primer empleo; según su relato, por este trabajo obtenía $ 6 semanales, con lo que comenzaría una de sus facetas más características: la de fumador.
Un entrañable amigo fallecido, Juan Carlos Borde, fue quien le enseñó el oficio de locutor. Allí por el año 1954 debutó como locutor en CX 10 Radio Ariel. Hugo Milton Infantino, otro entrañable amigo, le tomó otra prueba para ingresar, finalmente, a CX 14 Radio El Espectador. Trabajó como locutor de tandas e informativo, animador y creador de programas, relator de radioteatros y libretista. Esto marcó su comienzo en la actividad artística.
En la formación cultural de Zitarrosa, tuvo una gran importancia su asiduo frecuentar los talleres de poesía, los cenáculos intelectuales, y su amistad con el poeta Basso Maglio. Entrevistó a Juana de Ibarbourou, cuando ya era "Juana de América"; estudió estilística con don Paco Espínola, algo de psicología y estética con Emilio Oribe y retórica con Jorge Medina Vidal. Se consideraba un autodidacta.
Años más tarde, es contratado nada menos que por Carlos Quijano como periodista de "Marcha" y, por encargo de Hugo Alfaro, entrevistó a Silvie Vartan, George Maharis, don Atahualpa, Onetti, "Gabito" y muchos más. Por esos años compartía con Bécquer Puig la habitación de una pensión de la calle Yaguarón 1021, propiedad de su madre. Sin un quizás, de allí surgió parte de la sensibilidad que "Coplas del canto" referenciaba. Decía Zitarrosa: "(...) de tanto vivir frente al cementerio, no me asusta la muerte ni sus misterios".
A los veintidós años debuta como actor en "La piel de los otros", de Juan Carlos Legido. Era miembro, en esa época, del grupo "Teatro Libre", dirigido por Rubén Castillo.
En 1958 obtuvo el "Premio Municipal de Poesía Inédita" de la Intendencia Municipal de Montevideo, por el libro de poemas "Explicaciones", con el que mostró su fuerte inclinación hacia las letras.
A comienzos de los años sesenta viajó a Perú a trabajar de periodista, pero, paradójicamente, comenzó a cantar para tratar de sobrevivir. En 1964 debutó en Uruguay y, desde entonces, definió su claro perfil como profundo cantor de milongas.
Su música aparentemente austera, ingenua, simple, a veces seria, a veces traviesa, representa de forma auténtica la expresión del pueblo uruguayo en el pasado y aun en el presente. Esa música uruguaya llena de contenido y de verso, de figuras y de expresiones, reflejaba su profundo amor por el pueblo, por su sentimiento y por su sufrimiento.
Todo eso lo fuimos aprendiendo a través del repertorio de Zitarrosa y lo apreciamos en los temas fundamentales que supo abordar, ya fuera el del amor, como el del amor herido: "Milonga de ojos dorados", "Milonga para una niña", "Los horneros"; o el del humor presente en "Del cardal", "Mire amigo" o "El camba"; o en lo que era la pintura de personajes y de ambientes, como "Los dos criollos", "P'al que se va", "El violín de Becho", "Stephanie", "Los boliches"; o en un tema que no sólo era propio sino que estaba subyacente en todos: la reivindicación social, tal como lo escuchábamos en "El Taipero", en "Coplas orientales" o en "Crece desde el pie", expresión política de gran trascendencia en un momento en que le hacía falta al país.
Alfredo cantaba "a la oriental", cantaba con un algo inexplicable que había nacido con él, que no había aprendido en ninguna parte, que no tenía ninguna otra razón esquemática que no fuera la de "andar por la vida y ser uruguayo".
Reconocía a la persona que hay en el hombre de oficio o a la mujer que ve pasar el día sentada en la puerta de su casa, en cualquiera de nuestros barrios. Cantaba ese sentir, esa forma de ser y de estar, esa manera de formar parte de la emoción de un pueblo, de sus angustias, de sus luchas y de sus días.
El, un hombre escondido detrás del severo traje oscuro, parado de perfil como un cuchillo, un pañuelo en la mano por si venía el frío en la garganta, los ojos cerrados hacia el corazón o abiertos hacia la gente, la voz diciendo "en la vida... y en la muerte también".
Alfredo vivió una de las más grandes alegrías, el 27 de enero de 1970, cuando nació su hija mayor, Carla Moriana. Se había casado con Nancy Marino el 29 de febrero de 1968; y esa alegría fue repetida el 12 de diciembre de 1973, cuando nació su hija menor, María Serena.
Sus dos hijas fueron inspiradoras de dos bellísimas canciones: "Para Carla Moriana" y "María Serena mía". A Nancy le dedicó "Milonga de ojos dorados". Las tres fueron inspiración permanente de Alfredo Zitarrosa.
A principios de los años setenta, cuando grabó el disco "Coplas del canto", pidió a sus guitarristas que grabaran la música por separado, hecho excepcional en Alfredo. Cuando terminaron, ingresó solo al estudio, pidió al operador que apagara la luz y, con el auricular puesto, llorando, comenzó a cantar: "Dulce Juanita, dulce, mi tierna pajarita, cómo pudo caberte en el cuerpecito, toda la muerte, quietecita y helada, empollando nada, tu vida entera duró una primavera y quedó acabada en la madrugada". Nunca más volvió a interpretar ese tema. Esta es una demostración, en definitiva, de su sensibilidad extrema.
Zitarrosa tenía un sentimiento muy profundo de la amistad. Y era amigo de repente; era como un buscador de almas. Contribuyó a la sindicalización de los trabajadores de la cultura, aunque reconocía el trabajo sindical y político de Yamandú Palacios. Aprendió mucho en las rinconadas del saber humilde, que son los boliches, como el bar Outes. Aprendió de sus guitarreros; de sus típicos gallegos aquerenciados que suelen ser sus dueños, como Manolo; de sus parroquianos comunes y de la tendencia confesional de las cañas.
Compuso exitosos candombes. Era amigo de los negros y frecuentador del conventillo Medio Mundo.
Por un lado, está su innegable influencia del campo: el paisano que lleva consigo, su sensibilidad para componer milongas, huellas, vidalitas, que fueron siempre los géneros musicales de la Banda Oriental. El otro polo es el hombre de la ciudad: la urbanización como nueva influencia. Su personalidad estuvo más cerca del sentir suburbano, sin ninguna duda.
Zitarrosa logra comunicar. Aunque cante la letra más elemental o ingenua, casi siempre es superada por el propio cantor, que se prende de las palabras y las impregna de un sentido que muchas veces no tienen. Como dijera Serrat: "Alfredo fue un hacedor de canciones". Es que él quería interpretar a su país y a su generación. Por ello era tan cuidadoso y exigente consigo mismo.
Por ese entonces escribió y grabó una de sus canciones sociales más profundas y populares, como "Doña Soledad". También transitó por la experiencia colectiva de "La claraboya amarilla". El crecimiento y desarrollo de Alfredo Zitarrosa como artista popular coincide con la alteración de la continuidad democrática en nuestro país. Atento y sensible observador de los pesares de su pueblo, la problemática social se incorpora a su obra. Su personalidad irritaba a algunos sectores del poder.
En febrero de 1971 hace pública su adhesión al Frente Amplio, y en agosto de ese año decía: "Hace una semana que me afilié al MPU del FIDEL. Lo voté en el 62 y el 66. Vivo aquí, en la playa, en casa de la familia de mi señora. No pago alquiler, y hoy de noche se inaugura en mi casa un comité de base".
Alfredo Zitarrosa es y fue un símbolo del Uruguay. Sufrió, lloró, luchó por él y por su libertad. Fue censurado y proscripto junto a otros artistas. Se le persiguió por su ideología.
Alfredo Zitarrosa trasciende a un sector político; es de todos; es del pueblo; es de aquellos que sienten su patria, a los que les aflora el sentimiento y el humanismo; es de los uruguayos, argentinos, mexicanos, españoles o del mundo, de los que son capaces de conmoverse con el sufrimiento ajeno, el de los pueblos. Zitarrosa es hoy, a diez años de su muerte, de todos, de los uruguayos y del mundo.
A partir de 1972 ya le resultó prácticamente imposible presentarse en vivo y la difusión de sus discos languidece. Inicia entonces una serie de giras por América Latina y regresa por breves períodos a su país. Finalmente, el 9 de febrero de 1976 comenzó lo que sería para él un largo y desgarrador exilio. Buenos Aires fue el siguiente destino. En España, Zitarrosa enfrentó uno de sus momentos más depresivos.
Alfredo convierte su exilio en poesía y con pinceladas de una profunda tristeza aparecen sus nuevas expresiones, las propias del exilio. "Adagio a mi país" es de una tremenda tristeza, pero tiene una esperanza en el horizonte; insólito por conmovedor y por su armonioso llamado a la paz de los hombres.
En 1972 había compuesto la música y la letra de la milonga "La canción quiere", la que inmortaliza a los ocho obreros comunistas asesinados en la Seccional 20, sede del Partido Comunista, al cual más adelante se afilió. "La chamarrita de los milicos" fue dedicada a su padre. Alfredo compuso "Guitarra negra", grabándola en México en 1977, y luego hizo otra versión en España. Su contenido es un testimonio de sufrimiento y vivencias durante la oscura dictadura en el Uruguay.
México fue más placentero a pesar de los muchos años que llevaba fuera del país. En México era un ídolo, mucho más que en Madrid y tuvo un éxito descomunal, mayor que el de Argentina.
En una memorable carta abierta desde México, dirigida al entonces dictador General Gregorio Alvarez, fechada el 29 de setiembre de 1982, Alfredo Zitarrosa lo cuestiona severamente y reivindica su admiración e identidad con Artigas y con Bolívar.
Cada uno de los días vividos en el exterior estuvieron gobernados por el claro deseo de volver. A mediados de 1983, Argentina lo recibió, ya muy cerca del final de su peregrinar obligado.
El 31 de marzo de 1984, en el hall del aeropuerto de Carrasco, el apretado abrazo de Alfredo con sus hijas no solamente conmueve y emociona, sino que representa todo un documento, casi un símbolo de una real esperanza que el Uruguay comenzaba a palpitar.
Aquella tarde en que regresó, el pueblo le brindó su simpatía y una inmensa multitud acompañó su pasaje desde el aeropuerto de Carrasco, como un símbolo de que estaba recibiendo la apertura de un nuevo tiempo cultural uruguayo. Miles y miles de personas se dieron cita ante el paso de la caravana. El destino era la sede de AEBU, donde se organizó una conferencia de prensa. En la sede de AEBU, próximo a las cuatro de la tarde, el propio Zitarrosa daba cuenta de un tiempo vivido entre paréntesis: "Hoy cumplo ocho años, un mes, tres semanas y un día de exilio", y enfatizaba "porque si algo me juré cuando resolví volver, fue que de este país nuestro yo no vuelvo a salir jamás". Estas frases sintetizan de qué forma vivió Zitarrosa el exilio.
Una nueva etapa se estaba marcando: la de la literatura. "Por si el recuerdo" fue el libro que publicó poco antes de morir, en 1988. Los cuentos de esa obra abarcan treinta años; el postfacio de Juan Capagorry es sumamente interesante. Allí Alfredo describe lo que es la literatura, que en toda canción hay otra canción, que la composición química de la tierra es muy compleja "porque está abonada por los muertos", que "la mujer es más terrenal", que los hombres nos parecemos más a los pájaros, y que el mar y la tierra son como una gran madre.
Alfredo Zitarrosa falleció el 17 de enero de 1989, en Montevideo. Como dijera Daniel Viglietti, "La muerte ha llegado temprana"..., tenía apenas cincuenta y dos años de edad.
Cientos y cientos de uruguayos acompañamos a Alfredo Zitarrosa a su última morada, luego de su velatorio en el teatro El Galpón. Todos juntos, sin fronteras sociales ni generacionales, lloramos la pérdida de esa personalidad magnética y popular. Sentimos bronca, rabia, congoja, dolor, impotencia por la falta de ese cantor del pueblo que había llegado al sentimiento de los orientales, de América y del mundo. Fue la demostración de la devoción de su pueblo, el reconocimiento sincero a su combate por la libertad, la solidaridad, la justicia y la dignidad del hombre.
Seguiremos viendo a Alfredo Zitarrosa adusto, triste, melancólico y alegre junto a sus niñas. Seguiremos viendo a Alfredo Zitarrosa como lo veía Juan Capagorry: "Siempre en un teatro, sobre un escenario, de negro, con los guitarristas, candilejas, luces y más luces, bajo un cenital; la gente, los aplausos: ¡Otraaaaaaa.... otraaaaaaa, Alfredo!".
¡Gracias, Alfredo!
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Lausarot Peralta).- Tiene la palabra el señor Diputado Lago.
SEÑOR LAGO.- Señor Presidente: como explicara detalladamente el señor Diputado Ibarra, Alfredo Zitarrosa nació en Montevideo el 10 de marzo de 1936, se trasladó al interior del Uruguay y vivió en diversos poblados hasta la edad de doce años. Se ha señalado que esta experiencia infantil lo marcó para siempre, notándose en su repertorio la inclusión mayoritaria de ritmos y canciones de origen campesino, como la milonga.
Una de sus maestras lo recuerda como "un niño callado, cortés, muy estudioso".
Sobre sus padres apenas existen referencias directas en su obra; en "Guitarra negra" menciona al padre y en más de una canción, indirectamente, canta a su madre.
En Montevideo, ya adolescente, vive con sus padres adoptivos en la Aguada, la Unión, el Cordón, Barrio Sur y, después de casado, en Carrasco, donde nace su primera hija.
Durante la época de adolescente se fue formando como artista. Fue actor de teatro, y hay quienes lo tienen presente actuando en "Teatro Libre", que funcionaba en 18 de Julio y Minas.
Al terminar el liceo se inscribe en la Facultad de Humanidades, como estudiante libre, y asiste a cursos de Estética, Letras, Estilística, Psicología del Arte, entre otras materias. Siempre recordó a Francisco Espínola, "Paco", como uno de sus profesores.
Como se hacía difícil trabajar y estudiar, empezó de locutor en la entonces Radio Ariel. En la década del cincuenta gana un concurso y pasa a El Espectador, donde trabajó diez años.
Fue locutor y notable libretista, escribiendo, inclusive, guiones humorísticos. Simultáneamente, se inicia como periodista colaborando en diversas publicaciones, entre ellas, el semanario "Marcha". Escribió sobre cibernética, enfermedades infantiles, física nuclear y una gran variedad de temas científicos y técnicos. También escribió poemas; su libro inédito "Sonríe, muerte" ganó el Premio Municipal en 1959. Con el dinero del premio viaja a Perú, donde cantaría por primera vez de manera profesional.
Encontrándose en Perú, en 1961, enfrentado a serias dificultades económicas, casi contra su voluntad fue llevado a actuar en un canal de televisión. Zitarrosa relata su experiencia del siguiente modo: "No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, (...) regenteaba una empresa de publicidad y por sorpresa me incluyó en un programa de TV y me obligó a cantar. Canté 2 temas y cobré 50 dólares. Fue una sorpresa para mí que me permitió reunir algunos pesos (...)".
A partir de ese momento, realizó varios programas en Radio Altiplano, de La Paz, Bolivia, debutando posteriormente en Montevideo, alrededor de 1964, en el Auditorio del SODRE. Su participación en este espacio sirvió de peldaño para ser invitado al festival folclórico de la ciudad de Cosquín, en Argentina.
Ya en la cúspide, tuvo a su cargo el programa de televisión "Generación 55", en el que difundió la labor de jóvenes artistas uruguayos. De ahí en adelante se inició la cosecha de premios: Premio Artigas de la Asociación Folclórica del Uruguay, en 1965; medalla de oro por su venta de discos en los años 1965, 1966, 1967 y 1968; medalla de plata en el Segundo Festival Latinoamericano de Folclore, en 1966, en Salta; plaqueta y disco de oro en el Festival Internacional de Montevideo, en 1969; mención de honor en 1972, en Lima; condecoración "Francisco de Miranda" otorgada por el Presidente de Venezuela en 1978; y así continuó ganando premios.
En 1966 grabó su primer disco larga duración, "Canta Zitarrosa", en el sello Orfeo. Pocos meses después su obra se conocía en gran parte de Latinoamérica. Hoy existen innumerables "long-plays" grabados en los sellos Orfeo, Tonal, Cantores del Mundo y Clave, de Uruguay; Odeón y Microfón, de Argentina; BASF, de Venezuela, e Hispavox y Moveplay, de España, entre otros. En Chile su trabajo es actualmente conocido a través de los sellos EMI, Odeón y Alerce. Sus temas han sido grabados por intérpretes de la talla de Mercedes Sosa, Jorge Cafrune, Nacha Roldán, Los Andariegos, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Huerque Mapú, Cuarteto Zupay y otros, en la Argentina; María Dolores Pradera, Naty Mistral y Maya, en España; María Teresa Chacín y Soledad Bravo, en Venezuela; Chabuca Granda y Tania Libertad, en Perú; Sanampay y grupo Onta, en México; Miriam Ramos, Osvaldo Rodrigo, Chango Nieto, Marga y Betty, en otras naciones.
Zitarrosa consigue lo imposible: gustar a todo el mundo y, en especial, al público uruguayo, que ve en él al cantor largamente esperado, al que canta con las voces de todos.
Es difícil determinar qué es lo más importante en la personalidad de Alfredo Zitarrosa: su condición de autor y compositor privilegiado o la fuerza de sus interpretaciones, su lucidez, la prodigalidad de sus imágenes poéticas, su raíz inmensamente popular y cálidamente universal expresada en sus canciones, que han hecho de él una figura señera de la canción popular contemporánea latinoamericana.
No es instrumentista, aunque a veces se acompaña con la guitarra; en cambio, sí compone a favor de la guitarra, que, según él, es la autora de sus canciones. Esto merece una consideración aparte porque el acompañamiento elegido por Zitarrosa para sus canciones se basa en tres guitarras y un guitarrón, lo que da a sus interpretaciones un original sonido, totalmente distinto al de otras regiones de América, que ha llevado a que los especialistas lo denominen como "el sonido inconfundible y único de Zitarrosa".
Sus presentaciones en público siguen la vieja línea en cuanto al acompañamiento guitarrístico -los clásicos cuatro encordados de fondo, tres guitarras criollas y guitarrón-, así como también en lo que hace a su vestimenta: traje oscuro con chaleco, camisa blanca y corbata, zapatos negros, impecablemente peinado, teniendo siempre la partitura al lado.
Se han escrito libros, además de miles de artículos y entrevistas, en base a la figura y la obra de Alfredo Zitarrosa. En España, la editorial Sedmay publicó "El cantor de la flor en la boca", un trabajo del poeta y escritor Enrique Estrázulas. En México, la editorial Mexicanos Unidos publicó "Zitarrosa y sus canciones", con la firma del poeta Saúl Ibargoyen Islas.
En 1976, Alfredo Zitarrosa abandonó su tierra natal, trasladándose a Argentina. A los pocos meses salió de ese país con destino a España, donde siguió componiendo y actuando esporádicamente. Sin embargo, no resistió estar lejos de su continente, de sus hombres y sus costumbres. En 1979 viajó a México con su esposa y sus dos hijas, habitando en Prados de Coyoacán, al sur de Ciudad de México, hasta 1983, año en el que regresó a Argentina.
La noche del 1º de julio de 1983 se reencontró con el público porteño en el estadio de Obras Sanitarias. Al comenzar su actuación pidió permiso para seguir cantando a nombre de su pueblo. Los asistentes lo acogieron con una ovación que, según dijo, nunca podría olvidar.
A comienzos del año 1984 regresa a su país natal, Uruguay, donde pocos días después es recibido por una multitud en el Estadio Centenario de Montevideo.
El poeta Washington Benavídez, uno de los pilares del canto popular contemporáneo uruguayo, en cierta ocasión expresó: "Siempre que pienso en Zitarrosa me vuelve a la memoria una imagen que el gran cantor me provocó en un lejano recital, fervoroso de público, allá por Tacuarembó; dije entonces que toda canción cobraba, como tocada por una magia terrena, un algo, un no sé qué dorado y cordial, en el envión sombrío y generoso de su voz".
En algún reportaje, Zitarrosa se reconoció continuador de toda una generación inmediatamente anterior, que incluía a Anselmo Grau, Osiris Rodríguez Castillos y Aníbal Sampayo, aunque también citaba a Nestor Feria y al propio Gardel. Solía afirmar: "Somos artistas populares y tenemos que estar del lado del pueblo. El cantor deja de ser importante cuando el pueblo lo abandona. Tenemos que ver y oír. En realidad, todos vemos y oímos. Pero el artista si es honrado lo dice. Si no lo dice, no es honrado".
Alfredo Zitarrosa murió joven, a los cincuenta y dos años, la misma edad que tenía Becho Eizmendi cuando falleció, a quien le escribiera una de sus más bellas composiciones: "El violín de Becho".
¡Qué contradicción existe dentro de Alfredo Zitarrosa, que lucha y dedica toda su vida a los demás, se preocupa por la situación económica de los demás y sus derechos, por la salud de los demás, mientras descuida la suya! Su bohemia lo lleva a descuidarla sin preocuparse mucho por las consecuencias
Alfredo Zitarrosa es considerado como un cantor de protesta; sin embargo, veamos lo que él opina sobre este tema: "No es que yo me haya propuesto ser un poeta o un cantor comprometido por el mero hecho de diferenciarme de la mayoría, para lucrar con la protesta como se acostumbra hacer ahora, presumiendo de rebeldía. Un verdadero cantor, cuando canta, ha de mantenerse idéntico a sí mismo. Mucho más si compone. La canción no puede provocar nada, ni motivar a nadie, excepto para hacer otra canción. El camino está ahí, la luz que lo alumbra es la suma total de los trabajos del hombre. La canción entre ellos".
Más adelante dice Alfredo: "Escribo porque sé y porque me gusta. Me inspiro en la música y los versos. Más allá de todo eso, no puedo evitar estar vivo y abierto, por dentro y por fuera, a la vida y a la muerte; a los demás, especialmente a los humildes; atento a los malos, a los mentirosos y falsarios, que me inspiran una curiosidad irresistible, cerrado a cal y canto para los peores, del libertino al ladrón, del agiotista al torturador, del demagogo al adulón, del nazi fascista al cobarde, al ideólogo del no te metás".
Dice sobre Alfredo su gran amigo Enrique Estrázulas, en una parte de un artículo muy jugoso: "Zitarrosa es un juglar que canta opinando o simplemente canta. Y lo hace de un modo que -en el caso de muchas canciones- no importa demasiado lo que diga. Acérrimos enemigos de su posición, de sus denuncias o convicciones, suelen ser (artísticamente) sus más fieles admiradores. Ahí radica uno de los misterios del canto popular. Porque popular significa involuntariamente una abstracción de la idea y una aclaración de sentires. Y eso lo logra el que sabe cantar, y no siempre el que sabe. Comunicar es lo principal, es el primero y más perseguido de los misterios. El talento, en sí mismo, es misterioso. Su búsqueda es inútil: está adentro, surge o no surge.- He podido ver y oír a Zitarrosa ante los públicos más diversos. Observé más de una vez el asombro de la propia policía, el silencio casi litúrgico de una boite con espectadores decididamente adversos, la cambiante actitud de una tribuna de un estadio de fútbol repleto que buscaba el alegre carnaval y no un mensaje de una voz oscura y solitaria, la paz flotante y perfumada del aristocrático Teatro Solís de Montevideo rompiéndose en aplausos que esas manos dedicarían solamente a Juan Sebastián Bach. Extraño poder, entonces, el de ganar los públicos, por parte de un trovador nacido en una tierra de breve geografía y cultura confusa". Pretende significar aquí Estrázulas que la admiración por Alfredo Zitarrosa iba más allá de los pensamientos, de las ideas y de las ideologías; la atracción de Zitarrosa, o lo que infundía, iba más allá de la coincidencia o de la discrepancia con su forma de pensar, de sentir y de actuar.
Nosotros tuvimos la suerte de adquirir una serie de discos compactos que se grabaron bastante después de su muerte. Creo que fue su familia la que se encargó de realizar ese trabajo minucioso de buscar y encontrar todo lo que en ese archivo de Zitarrosa existía. ¡Qué notable ha sido la idea y la selección de ensayos, pruebas y canciones que contienen los discos compactos con los que nos hemos podido deleitar! Hemos descubierto una arista que no conocíamos en Alfredo: cómo cantaba el tango. No solamente era un compositor de talento sino un cantor de talento y un privilegiado cantando, por su voz, por su sentido y su afinación. En esos discos pudimos escuchar tangos que no hubiéramos imaginado: "Vieja viola", "Caminito", "Farolito de papel", "Madame Ivonne", "Mi noche triste", "Tinta roja", "Malevaje", "La última curda" y también "La canción y el poema" de Idea Vilariño, una de las más hermosas canciones que hemos escuchado a Alfredo Zitarrosa.
Señor Presidente: hoy se rinde homenaje a un uruguayo que nos honra con serlo y con que en el mundo entero se escuchen tanto sus composiciones como las que cantó de otros autores, por ejemplo, de Atahualpa Yupanqui e inclusive de uruguayos. Fue, sin duda, un compositor, un cantor tan profesional, tan cuidadoso, tan detallista y tan preocupado por los pequeños detalles en una sala de grabación que nos hace ver y comprender la importancia que daba a la profesión que un día eligió como medio de vida y de lucha.
Por eso, en nombre del Partido Colorado, nos sentimos sumamente honrados de decir estas mal hilvanadas palabras en este homenaje, luego de transcurridos diez años de la desaparición física de Alfredo Zitarrosa. No es un lugar común decir que Zitarrosa ha muerto pero que seguirá viviendo en sus canciones y en sus milongas, en esas canciones que dedicó a sus dos hijas y en aquella que motivó la pregunta de un periodista: "¿La 'Milonga de ojos dorados' en quién está inspirada y a quién está dedicada?", ante la que Alfredo contestó: "'Milonga de ojos dorados' está dedicada a Nancy, mi esposa".
(Aplausos en la Sala y en la Barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Lausarot Peralta).- Tiene la palabra el señor Diputado Berois Quinteros.
SEÑOR BEROIS QUINTEROS.- Señor Presidente: es para mí un honor que mi Partido me haya designado para hablar en el homenaje que se tributa a este gran artista oriental.
Nosotros, como hombres del interior, que crecimos de la mano de esas pequeñas cosas que la sociedad y la naturaleza nos ofrecen, que marcan en la vida, admiramos siempre la expresión artística de este oriental de pura cepa.
Como hijos de un departamento que significó mucho en la niñez de Alfredo Zitarrosa, sentimos que contribuimos con ese niño de la ciudad que esperaba con ansiedad sus vacaciones para ir a lo del tío Pepe -hermano de Dorisella Carbajal, su madre de crianza-, en los pagos porongueros. Ese entorno dio a Zitarrosa un gran conocimiento del hombre de campo y desde allí lo marcó para toda su vida.
Hemos leído reportajes en los que se define como un campesino. Ante la pregunta del periodista acerca de por qué no canta tangos, Zitarrosa dice: "...canté dos una vez, pero no es para mí. Hay que tener algo de boliche, eso sí lo tengo, pero también algo urbano, que no tengo". El de campesino, el de hombre vinculado a la campaña era el estilo de vida que él prefería, a pesar de vivir siempre en la ciudad.
Descubrimos en Zitarrosa un espíritu aventurero; un día decide probar suerte por otras tierras americanas con la idea de conocer Cuba. Termina trabajando y viviendo en Perú. Allí, en forma increíble, es donde comienza su vida de cantor. Fue periodista, locutor, poeta y cantor popular -como le gustaba definirse-, alguien que desde niño se diferenciaba de sus iguales mostrándose ansioso por aprender, para así formar su personalidad cultural. Zitarrosa se definía como un "antipático" y eso lo distanciaba de la gente, pero esto era producto de su timidez. Recordamos una anécdota de uno de sus amigos, Amanecer Dotta, quien decía de ese recién llegado al barrio de la Unión: "El pibe nuevo pasa sin saludar, para nosotros era un pituquito, le decíamos cosas porque queríamos saber si se iba a integrar o no al barrio. A los pocos días toqué el timbre de su casa y le pregunté si quería ser mi amigo. Me hizo pasar y fue en esa ocasión que entré en otro mundo: libros, colección de mariposas, otro estatus".
Con esto, vemos que detrás de esa personalidad apabullante, que subía al escenario y hacía callar a todo un auditorio, había un hombre muy tímido, humilde, de una autocrítica permanente, que desvalorizaba lo que hacía, sin reconocer lo que significaba para su pueblo. Dijo en un reportaje: "Dos estrofas de Serafín J. García valen por diez generaciones de Zitarrosa, que no han dicho nada". Estas son definiciones de un grande que nunca sintió que así lo fuera.
Con todo ese cariño y ese sentir permanente por su tierra, ¡cuánto pesó para Zitarrosa el exilio! El desarraigo tal vez es una de las cosas más feas que le pueden pasar a un hombre que siente tanto a su patria. Una cosa era la aventura de conocer el mundo y muy otra saber que estaba allí obligado por las circunstancias y fuera de su país por expresar lo que pensaba. Esta fue la etapa más desgarradora y más injusta de todas las que le tocó vivir.
Si bien siempre tuvo muy buena acogida en los países hermanos que lo recibieron, donde fue tratado como si estuviera en su casa, en cada momento brotaba la nostalgia por su país.
Zitarrosa era un oriental de esos marcados a fuego; de esos personajes que nos representarán siempre y de los que cada vez necesitamos más en este mundo globalizado, donde la magia de las comunicaciones nos pone más cerca de todos y entreverados con todos. Es ahora cuando más necesitamos de este tipo de artistas que nos dan identidad, nos individualizan y diferencian del mundo. En este país donde somos, al decir de Wilson Ferreira, "una comunidad espiritual", nos resulta cada vez más necesario despertar en las nuevas generaciones el sentir de estos artistas orientales que nos identifican como nación.
No rechazo la música ni cualquier expresión artística que nos llega del extranjero, pero siempre necesitaremos una dosis de milongas, de zambas y chamarritas, de cantores como Zitarrosa, que nos hagan sentir cada vez más orientales. Para terminar, quiero leer algunas opiniones de dos cantautores españoles que conocieron a Zitarrosa.
Joan Manuel Serrat dijo de él: "Alfredo está vivo. La gente vive en el sentimiento, en el pensamiento, en el corazón de los demás. Mientras la música de Alfredo siga sonando, mientras nosotros cantemos a Alfredo, Alfredo seguirá aquí. Lamentablemente, a lo mejor nosotros nos perdemos algunas copas, pero nuestro hígado lo agradecerá".
Otro cantautor, Joaquín Sabina, expresó: "Si me preguntas por Alfredo Zitarrosa, me tocas el corazón. Una vez, acababa de morir Franco, no había siquiera mínimas libertades políticas y me invitaron a cantar en un local de la CGT -un sindicato socialista de España- en una sala pequeña. Canté mis canciones y luego recuerdo que llegó Zitarrosa. Me pareció un empleado de pompas fúnebres con su traje negro, su corbata, su botella de cognac. Yo sólo sabía su nombre y nada más. Puso una cinta donde estaba grabado el fondo musical de 'Guitarra negra', se sentó, se echó una copa, empezó a recitar y nos puso la carne de gallina a todos los que allí estábamos. Esa fue la única vez que lo vi, y desde entonces, lo amaré para siempre. En mi casa pongo muchas veces 'Guitarra negra'. Zitarrosa me pareció siempre un tipo fantástico. Y cada año que pasa, canta mejor".
Ante el comentario de un periodista acerca de lo que pensaba de él uno de los grandes políticos uruguayos, Wilson Ferreira Aldunate, quien lo consideraba el más uruguayo de los cantores, Zitarrosa dijo: "Los cantores populares en general seguimos convocando a la gente nada más -o en todo caso nada menos- que porque cantamos como uruguayos de cosas que nos conciernen a los orientales".
Milongas de Zitarrosa sonarán siempre en cualquier parte del mundo y allí estaremos todos representados con esa forma de ser y de sentir que nos define como país.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Lausarot Peralta).- Tiene la palabra el señor Diputado Ricardo Falero.
SEÑOR FALERO (don Ricardo).- Señor Presidente: a mediados de la década del sesenta comenzamos a enamorarnos de la música de un hombre que vestía de negro y que con una voz profunda decía las cosas que sentíamos. Creo que poner música a los sentimientos debe ser de las cosas más importantes que un cantor y un compositor como Zitarrosa podía conseguir.
Esa adicción, que no solamente yo sino todo el pueblo fue adquiriendo poco a poco, se fue haciendo cada vez más fuerte e intensa en la medida en que visualizábamos que el país iba perdiendo lo que tenía de democracia y que, de alguna manera, Zitarrosa iba siendo el abanderado, también desde la música, de los sentimientos de amor por un sistema que estábamos perdiendo entre todos.
La música popular o el canto popular, como se llamó, fue sin duda un elemento sustancial en la capacidad de resistencia del pueblo uruguayo, y Zitarrosa fue también, ciertamente, su abanderado. No hubiéramos podido, con tranquilidad de espíritu, soportar la dureza de la dictadura si la música de Zitarrosa y la del canto popular no nos hubieran acompañado a todos quienes de alguna manera estábamos conscientes de lo que pasaba en este país, que había perdido la democracia.
Fue así que, cuando en un verano de hace diez años, nos sorprendió -porque realmente nos sorprendió- la noticia de la muerte de Alfredo Zitarrosa, sentimos un montón de cosas que quizás estaban guardadas en el corazón de cada uno, pero que sin duda eran la resultancia de una cantidad de sentimientos amontonados durante tanto tiempo y que estallaron en aquel momento en un llanto silencioso de muchos uruguayos por un amigo -sin conocerlo, igualmente era amigo- de horas amargas, perdido en ese verano de 1989.
Recuerdo algunos episodios que hacían que fuera importante para cada uno escuchar la voz profunda, muy profunda de Zitarrosa y la música de sus canciones, cuando estábamos espiritualmente mal y a veces hasta pensábamos en irnos del país, cuando estábamos peleados con un sistema, con una forma de vivir que sabía del murmullo -no se podía hablar en voz alta-, del miedo, de la falta de reuniones y conversaciones con los amigos, de aprovechar tal vez un cumpleaños o un velorio para dialogar sobre algunos temas que a todos nos interesaban y de hacer de la soledad de cada uno casi la moneda corriente, porque en función de ella fuimos haciéndonos más egoístas de lo que éramos antes. Pero lo que no pudo la dictadura, gracias a Zitarrosa, fue implantarnos esa soledad, porque la compañía de Alfredo la rompió.
Era suficiente escuchar su música para sentirnos identificados con nuestro pasado, con nuestros valores, con nuestros sentimientos, a los que Zitarrosa ponía música con el amor, con la gente, con los valores morales, con la sociedad, con el ser humano, en definitiva y utilizando la denominación del Che Guevara, "con el hombre nuevo", que también cultivaba.
Creo que en algún momento todos tendremos que rendir un sentido homenaje al canto popular de la década del setenta, que supo sobrevivir pese a ausencias y a exilios forzados, y del cual Zitarrosa fue abanderado. Fue ese canto popular el que nos hizo mantener las esperanzas y pensar permanentemente en la vuelta de la democracia y de la dignidad a este país. Fueron ese canto popular y Zitarrosa los que nos permitieron guardar siempre el calor en el corazón para recibir a la democracia con mucho afecto, como se lo recibió a él a su vuelta al país, una vez que se lo permitieron.
No voy a abundar en datos biográficos sobre Zitarrosa porque creo que los compañeros que me precedieron en el uso de la palabra lo hicieron muy bien. Pero, además, porque considero que lo importante en Zitarrosa fue ese sentimiento que todos -unos más, porque lo conocían y convivían con él, y otros menos, pero todos intensamente- fuimos teniendo durante tantos años y que aún hoy mantenemos. Eso también es importante: cuando los sentimientos se mantienen a pesar del paso del tiempo es porque son muy fuertes y duraderos.
Entonces, lo que realmente importa es que este hombre, vestido de negro, con guitarra y de voz profunda, supo despertar sentimientos en todos nosotros y marcar en cada uno de los uruguayos, a través de su música y de su canto, la identidad de un país, de un momento difícil del país, y al hacernos mantener, recordar y no perder esa identidad, hizo posible el Uruguay de hoy y del futuro.
Por lo tanto, Alfredo Zitarrosa: ¡muchas gracias por ayudarnos a no estar solos cuando querían que estuviéramos muy solos!
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Lausarot Peralta).- Dése cuenta de una moción presentada por los señores Diputados Lago, Ibarra, Ricardo Falero, Berois Quinteros y Palomeque.
(Se lee:)
"Mocionamos para que la Cámara de Representantes resuelva: 1º) Hacer llegar a la familia de Alfredo Zitarrosa la versión taquigráfica de las intervenciones realizadas en Cámara, así como la grabación del acto cultural que se realizará a la hora 18 en el Salón de Actos.- 2º) Encomendar a la Comisión de Educación y Cultura la edición de un libro sobre la actividad artística de Alfredo Zitarrosa, en el que se compendiarán sus poesías, canciones, obras literarias y escritos referidos".
——Se va a votar.
(Se vota)
——Cincuenta y dos por la afirmativa: AFIRMATIVA. Unanimidad.
Se levanta la sesión.
(Es la hora 17 y 21)
ARIEL LAUSAROT PERALTA
PRESIDENTE
Dr. Horacio D. Catalurda Martín García Nin
Secretario Relator Secretario Redactor
Gustavo Zamora
Supervisor del Cuerpo de Taquígrafos


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