LA FILA DE LOS QUE SE FUERON



LA FILA DE LOS QUE SE FUERON

“ De loma en loma has de ir y mi rastro buscarás , la huella de las vicuñas esos sólo encontrarás pero a mí nunca jamás ”

Atahualpa Yupanqui.

Ahora que te duele la espalda tenía que ser precisamente hoy el día en que tuvieras que remontar esas loma. Y deberías llegar hasta ella por el simple motivo que ahí te estaban esperando todos esos seres que pasaron por tu vida, desde los vivos hasta los muertos.
Así que tomaste por las veredas de allá arriba , por dónde se dan los huizaches. También se podían divisar matorrales, espinales y árboles semejantes a fantasmas.
La marcha fue penosa por esas dolencias de hace tiempo. Por ejemplo el dolor que te acomete, se debió a que muchos años tuviste ese trabajo físico que te agotó al máximo. Llegabas a tu casa sin ganas de comer sopa, sin el ánimo de cogerte a tu esposa. Tal parecía que las fuerzas se te escapaban. Una vez pensaste que a lo mejor tenías ese desguanzo porque te pegaron el sida, pero cuando tú eras joven, esa ´pinche enfermedad todavía no la tenían ni los changos.
También estaban en tu contra esas dolencias de las piernas. Un dolor intenso te paralizaba hasta el grado de que tenias la necesidad de no abandonar el lecho, además ahora que has ido a cagar descubriste sangre en tu excremento. Y la verdad existen dos causas contundentes para no ir al proctólogo: La primera que cobran más de lo que puedes ganar, y la segunda que no estás debidamente educado para dejarte penetrar por el dedo auscultador.
Pero ahora era diferente, estabas sin empleo, pero el dolor se escapó, y eso ya es suerte , ahora parecías un muchacho de 17 años, que era capaz de subirse a un árbol inmenso arrancarle sus frutos, bajarse y subirse nuevamente como los gatos montaraces.
Así que te levantaste esa vez y allí estabas, en esas veredas que alguien ya había caminado. Al llegar al sitio llamado la loma de los que se fueron. Miraste una fila que tú calculaste en unas cuatrocientas personas. Adivinabas algunas caras. Otras apenas las podías ubicar . Eran tantas. Por ejemplo estaban distribuidas como por edades y razas. Allá aprecias la cara de Lalo, Tu tío el que leía. Más adelante y en tono de aburrido, se encontraba Santiago, te llamaba con su sombrero: ¡ Ven, ven ¡ y tú te sorprendías mientras decías para sí mismo, ah chinga, ¡ si yo todavía no me muero . Santiago tampoco había muerto pero él decía que te estaba guardando un lugar. Todos ellos se tomaban de la mano como si fueran jotos. Sin embargo no era así . Esta acción se debía a que si no lo hacían caerían en lo profundo de ese barranco.
A lo lejos pasa un pastor, te ignora mientras le pega con una vara a una cabra. Aún no decides colocarte en el sitio que te toca o que te tienen reservado. Tu vida no le pertenece a nadie más. Y a nadie le interesa. Es más , tienes pensado que cuando llegue el momento de entregar los tenis al creador, buscarás un sitio apartado en las montañas del norte. Para dejarte caer entre las hierbas y el frío posible de enero. Allí te harás polvo, o pájaro.

Original de Alfredo Arrieta Ortega.
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México.

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