LA LLUVIA



LA LLUVIA

Ha bañado la lluvia a la ciudad, corren riachuelos disimulados para perderse e incorporarse a la red acuífera subterránea.
El metro hace trayectos sumamente cansado como cualquier día.
Los paraguas e impermeables se aferran a las manos y a los cuerpos de los citadinos, el maquillaje de las caras de las jovencitas se ha descorrido para convertirlas en simpáticas caricaturas.
Sonríen con el momento fugaz y sorpresivo del charco empapándolas por la acción molesta de las llantas.
Los pasos a desnivel se inundan provocando histeria y descontento entre los que manejan, se insultan de tú a tú, tiene prisa por llegar al confort de sus hogares para tomar chocolate caliente con la esposa, la amante o la amada.
Fue una tromba magnífica para los campos circulantes, pero aquí paralizó los semáforos computarizados, se encienden locos o se apagan definitivamente para dar paso a vehículos impacientes.
Los zapatos útiles carisimos de piel, sufren al igual que sus propietarios, ellos por evitar lo ajado, los hombres por no gastar.

Las ratas salieron despavoridas de los drenajes infernales de Dante, fue demasiada agua para lidiar con ella.

Los camiones suburbanos se dan a la tarea de transportar por dos pesos a los trabajadores a sus frías moradas, en cambio el radio pregona chillonamente las bondades de un fraccionamiento a todo lujo, las comodidades de palacetes con chimeneas y calefacciones.

El firmamento sigue tronando como queriendo decir a los millones de habitantes que tengan cuidado de su fuerza y que no sean incrédulos del poder supremo.
Los rayos eléctricos y los relámpagos se extravian a través de los pararrayos de esas torres monumentales.

Una pareja parece disfrutar los embates del elemento vital y se besan, se abrazan empapados, reciben algunas miradas y movimientos de cabeza reprobando esa locura, los virus de la pulmonía y los males respiratorios los aguardan para penetrar disimuladamente en su organismo.
El cielo se aclara, el agua dejó el ambiente limpio; pero problemas en las calles, se interrumpió la luz negándonos por media hora, la alegría de la cultura”, no es posible divisar ningún mueble en las penumbras, solo resalta la fotografía fosforescente que se tomaron en Xochimilco tus abuelitos con un día lleno de sol.


No puedes ni pasar el momento fumando, se te olvidó como hacerlo.


Cesa el tormento vuelve la luz, el agua se acaba, se hace día de la noche por bendiciónes de la Comisión Federal.

Los hoteles con sus anuncios lumínicos parecen invitar a los amigos, a los esposos frustrados, a la mujer que engaña al marido o al joven estudiante que pasen a disfrutar un momento en compañía de una piel caliente.
Que a escondidas paguen por el solaz esparcimiento para hinchar los bolsillos asquerosos de los gachupines.

Las flores sembradas a lo largo de cualquier eje, casi cantan por el merecido baño, no es agradable coexistir entre gases y monóxidos y orines de perros , sujetos borrachos y manos que arrancan de golpe para tirarlas al piso o morir deshidratadas por el sol.



14 de abril de 1983.

Alfredo Arrieta Ortega.

México.

alfredoarrieta@terra.com.mx

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