LA MUÑECA DE SIBERIA

LA MUÑECA DE SIBERIA


El cerebro se trasladó a tiempos atrasados, y aún te acuerdas cuando en aquél escenario oscuro de azul, aparecieron aquellas bailarinas rusas que pertenecían al ballet Gran Music Hall de Leningrado.
Ellas se encontraban flotando sobre el escenario, luciendo su trajes de azul bajito, de azul celeste. Todas eran bellas, eran como unas muñecas frágiles, delgadas, de caras sumamente blancas, casi pálidas y de expresión tan fina que te da miedo mirarlas, capaz de que se rompen, porque son como de porcelana. Bailan una canción de las estepas, sus ojos son profundos, hasta su alma es rusa. Usan zapatos de cristal que rozan el piso hasta arrancárle un sonidito que también te gusta. Bailan y bailan, todas exactas, destilan perfume, sus manos largas.
Desde hace 35 años que no habías vuelto a ver a ninguna rusa. Pero hoy la suerte del destino te la dio en regalo. Solo para verla, subió con otro, y fueron a la embajada, ella era de Siberia, les preguntaste si habían visto lobos. Ella se llamaba Anastasia, solo miraba, era impactante su presencia rusa, son atrayéntes , inmediatamente te absorben. El te platicó de la máscara mortuoria de Lennin, de los riguroso de los soldados , del mismo Trosky, de cuando agarraste sus espejuelos y te regañó el encargado del museo. De cómo lo mataron con un piolet . Del tremendo Putin. Y mirabas a Anastasia y mirabas a Anastasia.

Quería casarse con ese mexicano quién sabe si un casamiento arreglado. Anastasia era de Siberia, ni siquiera querías tocarla, ánimas que se rompe , de porcelana y cristal.
Anastasia llegó a Chicontepec, sede de su embajada, se tomó una foto con Fernando, miró de reojo y te dijo adiós con su mano...


Archivo Alfredo Arrieta Ortega.
México.
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Original de alfredo arrieta ortega.