OCTUBRE FRIO




OCTUBRE FRIO

Por Alfredo Arrieta Ortega.

Ahora sí que estoy de suerte, mi mente estuvo lúcida por las horas del sueño, desde anoche en que cerré los ojitos como Cleto . Es más , recordé paso a paso lo que me sucedió en esa especie de viaje astral , en que no volaba, pero sí estuve en los tiempos pasados de mi adolescencia .

Llegó mi papá muy alineado en un carro alemán color rojo. El carro estaba casi nuevo, brillaba por todos los lados en que lo miraras. Se bajó con aquella chamarra de piel estilo Luis Echeverría que quién sabe en donde compró, o quién se la regaló .

Me llamó a través de los barandales de la casa, y yo me asomé prestó, él insistió y abrí la reja, después de que le quité la cadena.
Mi papá, sacó del pequeño automotor una bolsa extra grande que me pidió llevara hasta los lavaderos del patio trasero . Así lo hice, fui con mi carga pesada dejando atrás de mí un rastro de sangre .
coloqué la gran bolsa en el lavadero y llegó mi padre, me indicó que abriera el paquete y grande fué mi sorpresa cuando descubrí una cabezota de buey. Sus ojos negros me miraban pero sin luz.

Mi papá pidió una hacha pequeña y comenzó a destazar a la res. Cada vez que daba sus certeros hachazos a la cabeza del animal , me acordaba de la Guitarra Negra de Alfredo Zitarrosa , aquella de que la res cayó y tembló el garrón en pleno . Después de que la hubimos de destazar colocamos las partes de la res y nos dispusimos a echar su contenido a un bote que ya hervía al vapor .
Tiempo adelante en medio de las tortillas , algún molcajete con salsa , los nutritivos frijoles iniciamos el comelitón .

En la cocina de mi abuela se apreciaban diferentes sabores , que hacían que el que los pudiera oler se le hiciera agua la boca de los agradables guisos.
De momento se apareció tras la puerta de fierro y vidrios chiquitos una persona vestida en andrajos . Mi papá la miró al igual que yo . Después me dijo que ese harapiento era Jesús Cristo.
Dios aquí en la cocina pidiendo unos tacos?.

Así era . Dios tenía derecho a tener hambre. Comió los tacos que mi papá le dió , hasta una cocacola le ofreció . Yo lo miraba como saciaba su hambre . Después llamó a mi papá y lo dos se fueron como desplazandose entre la nada . Esto lo podían hacer porque los dos están muertos.

Salí de la casa de Mi abuela hasta que pude llegar con los pies cansados a un hotel exclusivo que se encuentra en Tacubaya. Allí me encontré a una señora de los años 60 que se llamaba Chelito.
Ella era espiritista. Tú la podías ver cuando se colocaba una bata blanca, ingería vino y comía unos panes Bimbo. Se decía iluminada, y en verdad lo era . Era mágica.

Subiste hasta la azotea y allí estaban cuatro gatos , todos eran azul fuerte. Los gatos me miraban tranquilos. Me acerqué y a cada uno de ellos les dí un beso. Se convirtieron en piedras.
En un extremo de encontraba mi papá y el harapiento. Se despidieron de mí alzando cada uno sus manos como diciendo adiós . Subieron despacito hasta convertirse en pájaros...

Original de Alfredo Arrieta Ortega.
gatodelperro2000@yahoo.com.mx
alfredoarrieta@terra.com.mx
México.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA BRUJA - Letra