SERRAT O EL GALOPAR DE LA PALABRA


SERRAT

O EL GALOPAR DE LA PALABRA



VARIAS GENERACIONES HAN ENCONTRADO EN JOAN MANUEL, ACASO, EL CAMINO MÁS CORTO A LA POESÍA Y SUS MANIFESTACIONES EN LA CANCIÓN; DE LA PALABRA QUE ABUSA DE LA MUSICA, QUE CABALGA, PARA DAR RIENDA SUELTA Y PROCLAMAR UNA FORMA DE VIVIR, DE CELEBRAR, DE SER...


Por ENRIQUE ALFARO LLARENA
(PRIMERA DE DOS PARTES )


PERIÓDICO REFORMA
SECCIÓN D
LUNES 14 DE NOVIEMBRE DE 1994.
CULTURA.


Ahora que los LP han pasado a mejor vida como tecnología y van a parar no sólo al basurero sino al olvido y al desprecio ( conozco un restaurante que los usa como platos para hamburguesas, los meten al horno, donde se retuercen horrible y salen hechos una desgracia, manchados de catsup, queso y pepinillos; para que pensar en Brahms), extraño esa manera de escuchar música, con sus ruidos y la aguja de noria y grúa que navega, concéntrica, a 33 rpm sobre un acetato que era una maravilla hasta hace no mucho.

De mi modesta colección, sólo unos cuantos justifican intransigentes la necesidad de conservar la no tan vieja tornamesa que corona, en venganza, al nuevo y compacto tocadiscos de los ídem. Pero de esos que se niegan a dejar de ser escuchados, de esos que no han entrado al mundo láser y DDD, los doce o quince de Joan Manuel Serrat han sido fieles compañeros al paso de los años, sumándose de uno en uno, poco a poco ( golpe a golpe, verso averso, ¿ verdad don Antonio?), de tal manera que algunos de ellos pueden evocar periódos vitales que bien merecerían valga la hipérbole, llevar el nombre de uno de esos discos. No pienso que el goce estético pleno y deslumbrante que produce la gran música, sino de la educación sentimental más allá de axiologías musicales. Basta un poco de honestidad para reconocer y explicar el pasado a través de la música que se nos ha metido en las venas.

Serrat, ese viejo cantautor catalán tiene el mérito de hacer, cantar y decir lo que se le pega la gana desde hace más de treinta años, aún cuando en España, durante el antiguo régimen, su obra fue censurada y el catalán prohibido; entonces, incluso, optó por la rebeldía.
Si algo lo define es justamente ésta, su independencia y honestidad; su búsqueda de nuevas posibilidades para la canción, lejos de las modas y los dictados de productores y los masss media que acaban por echar a perder todo lo que tocan. Pero Serrat no le ha ido mal, tiene un público constante, que lo sigue en busca de respuestas, novedades y remembranzas. No conozco su alcance entre los más jóvenes, pero sí su influencia en su generación y otras menores que encontraron en él, acaso, el camino más corto a la poesía, y sus manifestaciones en la canción; de la palabra que abusa de la música, que la cabalga ( prima le parole, porque es más poeta que músico y lo que dice no puede manifestarse en otro lenguaje ), para dar rienda suelta, y proclamar una forma de vivir, de celebrar, de ser. Justo lo contrario a lo que sucede con los excesos del periodo belcantista, donde Scott y Sófocles desaparecen para dar paso a los abellimenti de Donizetti y Cherubini. Aquí poco o nada importa la poesía mientras sea asimilada por la melodía y sea vehículo de la voz, de ese instrumento prodigioso que se desborda para borrar todo significado y quedar solo, en la última posibilidad del sonido. Más todavía, parece que lo que importa es el cantante, su prestigio, su técnica y facultades, su performace, aunque sólo diga tra-la-la.


Serrat, ha sido fiel a sí mismo. Sus manifestaciones políticas - hace años contra la dictadura chilena, y su rechazo a considerar el medio milenio del 92 como una simple fiestecita de la hispanidad. Por ejemplo-, por no hablar ahora de la crítica contenida en su obra contra las sinrazones, absurdos y abusos del mundo, lo califican como uno de los autores más sensatos, responsables, atentos e irónicos, al menos entre nosotros. Y es que por fortuna, canta en castellano. Decidió llevar su música más allá del Ebro, aunque a los catalanistas recalcitrantes no les haga la menor gracia, para llegar al resto de España e Hispanoamérica, donde sospecho que es más querido y escuchado, pero guarda algunas de sus mejores letras para sí y los suyos: las más desesperadas y las más íntimas composiciones las escribió en catalán. Es comprensible, lo más cercano a uno mismo no puede decirse en otra lengua sin perder fuerza, sentido y credibilidad. Por otro lado, las traducciones incluidas en los discos, cuando las hay, no están al alcance de todos los que escuchan y son con frecuencia literales, por lo que poco han ayudado a difundir lo que se dice cuando el catalán toma su camino.

Esta es una pérdida sensible que se agrava por la enorme dificultad para encontrar la parte no castellana, sobre toda la primera, esa vertiente original y rica con letras de Joan Salvat Papasseit y sus primeras composiciones, dedicadas a la vida del campo,la naturaleza, los primeros amores, a la gente de sus calle, su primera guitarra, la muerte del abuelo, por mencionar unas cuantas, y un álbum de canciones tradicionales catalanas; imperfectos y dulces comienzos registrados en discos de principios de los años sesenta, algunos incluso sin nombre, como Res no és mesqui, Joan Manuel Serrat ( el que incluye " Ara que tinc vint vint anys" )el de Paraules d'amor, Serrat 4, Cancons tradicionals, y un poco más reciente Per al meu amic.

Lo escucho con atención, la única forma posible de seguirlo, de sacar algo de provecho, y resulta evidente que el tiempo es implacable. Un cambio lento y continuo se hace perceptible en cada disco. Así como una preparación sin prisa, un cuidado de las canciones hasta logra un conjunto elaborado, un equilibrio, una redondez de afinidades, de intención, de intensidad. Del adolescente soñador de pelo largo- " soy casi un beso al fin, señora", decía de sí mismo en una vieja canción que escandalizó a la sociedad franquista- al hombre de hoy existe un abismo inevitable que sólo la coherencia puede salvar. Sospecho que el Furico ha llegado a eso que se llama madurez con las mismas intenciones que animaban sus cantos de juventud, con idéntica pasión, pero con una diferencia importante: ahora es menos individualista, le preocupan más los otros y el mundo; audaz, sarcástico y fustigante, le importa más levantar la voz y lo que dice, que cómo lo dice, sin detenerse a mirar lo que ha quedado atrás. Parecería una cuestión de forma y fines, de fondo y medios, dónde ha optado por éstos. Creo que los ha fundido y ha pagado el precio: ha cambiado su espontaneidad por mayor profundidad y reflexión; ha perdido candidez para ganar contundencia.

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SERRAT, ni ingenuo ni loco
Por ENRIQUE ALFARO LLERENA.
( ULTIMA DE DOS PARTES ).


PERIODICO REFORMA.
MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 1994
PAGINA 8.




Serrat es un poeta, no el peor, por cierto, que escribía composiciones rimadas, medidas con estribillo, con metáforas de primer grado. Alguien que hacía canciones de amor y de historias tristes, personales. Ahora también las hace, además de sus divertimentos, sueños, denuncias, cuentos fantasías, poemas y soliloquios, entre otras cosas, pero sus letras, a partir de su producción de los años ochenta, son largas, difíciles de seguir, complejas. Se encienden la crítica y la indignación, se escucha una que otra expresión soez y adjetivos rabiosos; se siente la ironía, el humor - elemento que no aparecía en sus primera etapa - y la alegría de vivir, junto a la sabiduría del sentido común, los hallazgos de un observador atento y las conclusiones de un hombre inteligente.

Ahora ya no es posible cantarlo, seguirlo con una guitarra; ahora exige que se le escuche. Conoce la trascendecia de su trabajo y lo ejerce con responsabilidad . Sabe que canta para algo, sabe que canta para alguien. Es claro que no elegio la llamarada de los reflectores de la fama ni del espectáculo sino la reflexión y la sensibilidad. Su preocupación e interés por los problemas sociales han adquirido tal importancia que se han convertido en un tema al que vuelve con insistencia, siempre agudo y contundente.

Es relevante su preocupación por el poder, por su ejercicio y alcances que tiene en la vida social y en la de los ciudadanos. Sobre todo carga contra los hombres que lo detentan de la peor manera posible contra los cachorros de buenas personas que de manera turbia llegaron a ser lo que son, a tener doble vida y oscuras intenciones, a convertirse en dueños de vidas y destinos, contra los que se arman hasta los dientes en el nombre de la paz y juegan con cosas que no tienen repuesto; esos que mienten con naturalidad, que sirven a oscuros intereses cuando alzan las banderas son para él, por decir lo menos, sicarios del mal. Pero su politización es la del ciudadano, no la del militante.



Serrat sueña con un paraíso terrenal instalado en el barrio, en el que nada fuera urgente y todos fuéramos hijos de Dios; con una anarquía fantástica donde todo fuera como es mandado y ninguno mandara, que la ciencia fuera neutral y heredaran los desheredados, pero no es ingenuo ni politólogo ni moralista ni loco. Sus quimeras le sirven, por contraste, en la estructura de la canción, para compararlas con el orden absurdo, con el mundo patas arriba en que vivimos, en el que las manzanas no huelen, nadie conoce al vecino, se desprecia a los viejos, las cuentas no salen, el mar se muere, y las reformas nunca se acaban. Su desprecio por la mentira, por las razones de Estado sobre los derechos civiles, por el abuso y la injusticia, por los truculentos laberintos de la corrupción, se manifiestan evidentes en " Algo personal ", " Lecciones de urbanidad", " No esperes ", " Yo me manejo bien con todo el mundo ", entre otras canciones.
Serrat parece convencido de que este orden fomenta la mentira y aliena: la conciencia se ha erigido todopoderosa en complemento del pecado, en la quintacolumnista del sistema; es, para decirlo en una palabra, anticonstitucional. Bienaventurados los que crean que les habla de otro mundo porque de ellos es el reino de los ciegos, les diría. Anhela, con ilusión y modestia, algo así como un nuevo " contrato social " que apueste por la vida, por el goce de vivir y las condiciones que lo permitan sin mayor explicación. Ofrece argumentos tan sólidos como : " Con lo que gastan en bombas/ podrían matar el hambre", sin pasar por las razones de la economía, de la geopolítica, de la explicación, con las que es posible justificar cualquier cosa y cualquier crimen. Sin amargura, pero con tristeza, sabe que el mundo no va a cambiar. Hace, entonces, canciones en las que percibe una llamada de alerta; invita al desengaño con ingenio y crudeza; exalta lo que ofrece la vida a los que saben usarla; elogia la cotidianidad y sus instantes dorados, las pequeñas cosa que la forman; vuelve a lo que a fuerza de verlo se nos ha escondido.



Por todo esto tiene fama de intelectual, pero Serrat no propone ni tiene grandes ideas, que cada loco siga con su tema ( que es, dicho sea de paso, el título de su manifiesto o declaración de principios, más útil para reconocerlo que su carnet de identidad), simplemente dice con talento e imaginación, preciso, lo que deberíamos pensar y sentir más seguido. Está muy lejos de ser un político y no tiene intenciones partidistas, no cultiva la arenga porque no es un militante, ni está al servicio de nadie. Lo suyo es cantar lo que siente y piensa, sin censura, sin cuidar demasiado la imagen de chico bueno que hace cosas lindas.







No es usual que se escriba en ese pequeño género sobre la enajenación del hombre común o el escándalo que provoca la felicidad; denunciar un abuso o confesar admiración por Kubala, el futbolista favorito; ni contar fábulas de ranas y príncipes e historias de piratas para adultos, ni los sinsabores de la vejez, ni retratar la jornada de los albañiles ni desafiar el aburrimiento, ni proponer una patología del enamoramiento, ni evocar los recuerdos de la iniciación sexual con una prostituta, ni celebrar la amistad sin solemnidades, ni comentar el proceso de domesticación de los hijos, ni revelar la frustración y el destino de los inmigrantes del tercer mundo, ni ofrecer las intrucciones para construir un sueño, ni lamentar la transformación urbana y el fin de las salas de cine, ni hacer una versión no oficial de la historia de España, ni alucinar una pesadilla, ni cantarle al agua, ni mofarse del jet set, ni recordar a los niños de la calleni... las lista es más larga, pero me interesan también los elementos con los que trabaja, las fuentes de ese material sensible, el usos de expresiones populares, de dichos y refranes, los consejos que provocan la cosquilla de la duda entre la certeza y el escepticismo, las frases sugerentes, lanzadas para que las oiga el que tenga orejas, la observación minuciosa del ritmo y los acontecimientos intrascendentes de la vida de una ciudad. El olfato y el instinto, así como el oficio garantizan el acierto de la sátira, la mezcla afortunada del hablar de la calle y el caló de las expresiones elegantes y el bien decir; la convivencia de la insinuación y la metáfora por un lado, con la frase llana y la sentencia con todas sus letras. Por la profundidad y la intención de su obra. Serrat es un solitario en la práctica de un oficio plagado de frivolidades, necedades, mal gusto y narcisismo.


Serrat y sus papás-

No es casual que el disco aparecido en 1981 sea En tránsito . Ahí se muestra con claridad la transición, el nuevo rumbo que tomaría, vislumbrado ya en otros discos. Atrás quedaban las canciones que le dieron celebridad a fines de los agitados años sesenta y los primeros de los setenta. " Fiesta ", " La mujer que yo quiero ", " Mediterráneo ", " Penélope ", " Vencidos ", " Pueblo blanco " ( a la que encuentro estupenda y rulfiana ), " Vagabundear ", " Barquito de papel ", " Tío Alberto ", que gozaron de popularidad y se volvieron clásicas en su tipo, parece que ahora lo son porque representan una etapa, el salto inicial, la búsqueda de la expresión sintética, vital optimista que descarta del repertorio lo que ya no corresponda y responda a su pensamiento, a la necesidad de comunicación, de lanzar un mensaje cada vez más angustioso y descarnado. Sin embargo, en su añejamiento, en su convivencia con los años, algunos viejos discos conservan alguna frescura que se niega a cederle al tiempo todos sus encantos, toda su ternura. Es posible escucharlos y encontrar algo más que el pasado y la flor marchita de la nostalgia.



Decir que Serrat canta puede ser un eufemismo. Es cierto que no tiene lo que se llama voz y es probable que en su vida haya tomado clases de canto, incluso de música. No lo sé, pero no importa ni como respuesta ni en el resultado de sus canciones. La contundencia de lo que escribe y musicaliza, ayudado por arreglistas, suple sus carencias como fenómeno estético , o esteticista, estrictamente musical, para dar paso a otros valores y sensibilidad que ofrecen otra cosa, una aproximación con lo que no es más cercano y ajeno: nos ofrece un encuentro con nosotros mismos . Es difícil no reconocerse. Si Gardel fue el cronista del arrabal, Serrat es un poco, valga la comparación, el de Cataluña. Ha sido un crítico severo de nuestro tiempo y podemos estar seguros que lo seguirá siendo. Empieza por el barrio y su aristocracia; por su entrañable Barcelona, donde lo imagino sumido en el ocio creador, feliz, siempre sorprendido y enamorado, para seguir con España y las experiencias comunes a todos los hombres.

Es posible reconstruir un retrato serratiano de su sociedad a través de las historias y escenas contenidas en " Fiesta ", " Muchacha típica ", " Manuel ", " Aristocracia del barrio ", " Caminito de la obra ", " Por las paredes ( mil años hace ), " Señora Francis ", " En paz ", por citar algunas, con las que se puede lograr aproximaciones incluso sociológicas de los cambios y formas de vida de la España contemporánea . Y no es casual que incluya en su repertorio " Cambalache ", el famoso tango o milonga de Enrique Santos Discépolo , una de las poquísimas composiciones, de las que canta, en la que no tuvo que ver a la hora de escribirla y que sin embargo le va que ni mandada a hacer. Es evidente que unos cuantos versos de primera pueden definir con claridad lo que los científicos sociales con frecuencia apenas balbucean cuando se trata de explicar o juzgar eso que se llama realidad.

Serrat fue uno de los primeros cantautores que incorporó la poesía, fue un pionero de esa búsqueda por cantarla, la propia y la ajena( esta última en el sentido de propiedad intelectual ). Desde aquél célebre disco dedicado a Antonio Machado y después el inolvidable de Miguel Hernández, viril y conmovedor, son muchos los intentos por conjugar, por hacer indisoluble la palabra de su música. Así poemas de León Felipe, Rafael Alberti, José Agustín Goytisolo, Ernesto Cardenal, J, Carner, Mario Benedetti ( con resultados muy desiguales, en los que a veces no suena así mismo e incluso se contradice ), Pere Quart, y hasta Jaime Sabines (en catalán ), entre otros, han entrado a la discografía, con sus interpretaciones, en una práctica que ha sido afortunada, y recurrente. Sin engolamientos, ni solemnidades, sin retórica, con una inusual constancia ha logrado crear su utopía - sin la cual la vida sería un ensayo de la muerte, dice, de la que están muy cerca y muy lejos Luis llach y Patxi Andión en España.

Imprevisible y coherente, Serrat ha encontrado y cultivado un estilo personalísimo, una forma de expresión concisa y abierta a la vez, que sugiere, que no se cierra en el borde de sí misma, con la que da en el blanco, acierta en el tono y forma de sus letras, de su discurso, que se suma y engarza con algún otra álbum o canción para dar continuidad a sus preocupaciones y sus alegrías, o para enmendar sin demérito y agregar lo que juzgue necesario. El ejemplo más claro son las dos canciones al Mediterráneo, que demuestran con nitidez la diferencia que catorce años pueden producir en el pensamiento y en el sentir de alguien; el deterioro que puede sufrir algo que imaginamos eterno e inmortal. Esta flexibilidad y vuelta a lo que llamamos obsesiones , ese corregirse tan frecuente entre algunos de nuestros mayores poetas, garantiza la unidad de una obra, la hace vigente e inconfundible, le da sentido y nos ofrece la posibilidad de revalorizar lo que parecía definitivo. Es claro que todavía tenemos mucho que esperar. Lo que ha sido hasta ahora una frase suelta o un comentario " inocente " puede adquirir una importancia que lo haga el tema de una canción.

Acaso ni él mismo sepa cuál será el próximo paso, que hará en el futuro, cuál sea el rumbo que tome, que forma le dé a sus composiciones. Utopía , el penúltimo disco, puede considerarse la radicalización de una expresión serratiana; lo más audaz, interesante y elaborado que ha hecho, pero también lo más difícil e incómodo para los que esperan baladitas. Quizá con el tiempo hablemos de este disco como una ruptura, el fin y el inicio de dos momentos en su vida y en su trabajo. Una mayor instrumentación y arreglos ( a veces colectivos ) diferentes, incluso corales, el uso de complejos sistemas de grabación, la incursión en el rock, el jazz, la rumba y ritmos afroantillanos; la parodia, la broma, y la vuelta de tuerca a la cursilería y lo obvio; la participación de otras voces, pero sobre todo la ausencia de giros melódicos sencillos y las historias larguísimas y cifradas le dan un sonido nuevo. Parece evidente el gusto de cantar. La necesidad de hacerlo, pero de manera distinta. Las viejas canciones eran ligeras, cumplían su función con levedad; ahora la densidad y la crudeza predominan, como en
" Y el amor ", la sutileza y la forma y el ritmo no son la canción; son una máscara, el continente. Se impone la palabra y sus poderes más que nunca sobre los demás elementos. Es probable que esa radicalización encuentre resisistencia entre algunos de los que lo conocen y lo siguen; por lo menos es evidente un desconcierto. Con este disco, cuyo título no podría ser más revelador, consigue darle a su utopía un rostro posible. Nadie es perfecto, el último disco, continúa esa tendencia: cada vez más importante la historia y contarla, cada vez menos la música.




Mientras Joan Manuel sea Serrat ofrecerá más de un guiño, de una sonrisa, una confesión, un poco de ternura y arrebatos de indignación envueltos en ironía. Una enérgica protesta con la que mostrará, contundente, otra de la contradicciones o estupideces a las que nos hemos acostumbrado, tal vez sin percibirlas como tales. Estamos en un mundo de botones, dice, que no sabemos como funcionan, en el que se divorcian los casados y los divorciados reinciden, en el que se casan los curas por lo civil y por la iglesia, en el que hay mucho que hacer y no hay trabajo, en el que los eufemismos son la norma, en el que las vacas paren sin ir de toros... Así podría seguir de los pájaros a los niños, de las finanzas al bar de la esquina, de la historia del vecino al Sida, de las mujeres al desempleo, de la ecología a la cocina, de la locura a la pobreza, de los marginados a la enajenación, de la fantasía a lo cotidiano, del sueño al erotismo, de las emociones al trabajo, del mar al amor, de las pequeñas cosas a la historia y quién sabe dónde parará, con una frescura y entusiasmo envidiables y contagiosos. Es probable que nunca entre a las antologías y los diccionarios, no creo que le preocupe. Con sus cantos que representan un extremo de las posibilidades de su oficio, que satisfacen con creces las expectativas de lo que se espera de un cantautor, ha logrado hacerse escuchar porque tiene algo que decir, porque su voz encarna una opción casi marginal en el ámbito de la cultura de masas.


MATERIAL DE ARCHIVO, DEL ARCHIVO PERSONAL DE ALFREDO ARRIETA ORTEGA.

alfredoarrieta@terra.com.mx
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méxico.

ARTICULOS PUBLICADOS EN EL PERIÓDICO REFORMA DE MEXICO, EL DÍA LUNES 14 DE NOVIEMBRE DE 1994, EN LA SECCIÓN CULTURA CON EL TITULO: SERRAT O EL GALOPAR DE LA PALABRA, Y ORIGINAL DE ENRIQUE ALFARO LLARENA.
ARTICULOS PUBLICADOS EN EL PERIÓDICO REFORMA DE MEXICO EL DÍA MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 1994 CON EL TÍTULO: SERRAT, NI INGENUO NI LOCO., ORIGINAL DE ENRIQUE ALFARO LLARENA.










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